lunes, 23 de enero de 2017

UNA MADRE SIN BEBÉ

Me despierto de nuevo en mitad de la noche... de nuevo tengo la camiseta empapada de leche... esa leche que deberías estar tomando, que te debería alimentar pero se almacena día a día, tarro a tarro, en el congelador del hospital, esperando que puedas tomarla y te pueda ayudar a salir adelante y fortalecerte.
Me levanto intentando no despertar a tu padre ni tu hermana, tendré que vaciarme el pecho pese al sueño. Parece que hoy estoy especialmente productiva.

Si estuvieras a mi lado, me giraría en la cama y te ofrecería el pecho. Seguramente, ya lo hubieras pedido antes de hecho, y ahora no tendría que cambiarme y lavarme. Pero no estás.
Es una sensación extraña, una forma terrible de sentirse incompleta, pues una parte esencial de mi no está donde debería. Donde mi corazón, mi pecho, mi alma... mi todo te reclama a gritos. Gritos ahogados por el día a día, por esta rutina agotadora de hospital, coche, intentar ver a tu hermana, llamar al hospital, sacarme leche... esta rutina que a veces deseas que se eternice, porque temes que en algún punto se rompa, que termine como jamás desearías... Al fin, seguir así significa que tú sigues vivo, que sigues teniendo oportunidad de luchar y de salir adelante. Da igual lo que a nosotros nos cueste, porque si tú sigues, nosotros a tu lado siempre.


Casi no me quedan camisetas. La ropa que me había reservado para estos días empieza a agotarse, y mi cuerpo sigue sin ser el de antes del embarazo, y tampoco es el que será después. Estoy en esa transición extraña en la que ni te paras a pensar cuando tienes un bebé en brazos que te reclama y te necesita, pero que ahora, en mitad de la noche, con la casa en silencio y frente al espejo, me resulta ajena... No debería estar así. Esa tripa de 4 meses de embarazo debería estar oculta tras un bebé en mis brazos... Claro, por eso con tu hermana esto era tan diferente, porque ella sí estaba donde debía.

Me enfado, otro momento más que me enfado. Por qué tiene que pasar todo esto? Por qué tienes que sufrir si apenas acabas de llegar aquí fuera? Pero no, no te enfades, Bea. Tenéis suerte, Pablo sigue pudiendo luchar. Seguís pudiendo tener esperanza...
Pienso en todos los bebés que hemos despedido en estos meses y me echo a llorar... cómo es posible tanto dolor? Cómo es posible que otras madres se miren al espejo como yo, pero sabiendo que nunca tendrán a sus bebés en brazos... sin esperanza... Cómo puede pasar algo así? Lloro por las madres que conozco que lo han vivido, y porque sé que llegarán más que vivirán lo mismo... Lloro por todos esos bebés, plenos de vida, que no podrán crecer... Es tan injusto, que lloro de tristeza, pero también de rabia.

Sentada al fin con el sacaleches en el silencio de la madrugada, comienza a brotar gota a gota, chorro a chorro, casi al mismo ritmo que mis lágrimas. Es tan extraño que algo así, una de las pocas cosas que puedo hacer por ti fuera del hospital, me produzca al mismo tiempo serenidad y dolor... Enfado y bienestar... Frustración y satisfacción... Todo en este proceso es así: confuso, extraño...

Cierro los ojos para visualizarte. Cada vez que estoy a tu lado en la UCIN intento memorizar cada centímetro de tu piel. Quizás un día no pueda verlo más, y no quiero preguntarme si tenías un lunar o dos en el muslo derecho. Quiero recordar cada parte de ti. Cada gesto, cada respiración, Cada reacción... Todo. Porque todo puede desaparecer en un momento. Porque vivimos en la cuerda floja desde hace meses, desde que nos dieron tu diagnóstico.
Cierro los ojos y te lloro, allí tendido. Con tus cicatrices, tus vías, tus sensores... adormecido por la medicación y apenas sin reflejos... Lejos de donde deberías estar.

Soy madre? Quién dice que lo sea si nada hace que lo parezca? No te paseo por la calle, nadie te ve más que las personas más cercanas de la familia, no te compro cositas, ni ropa, no elijo tu ropa cada día, no te doy pecho ni biberón, ni siquiera te abrazo o te cojo en brazos... Apenas te aseo por partes, te cambio los sensores, te cambio los pañales y vigilo, sin poder evitarlo, tus constantes cada minuto que te tengo cerca. No hago cosas muy diferentes a parte de las que hacen las Auxililares y Enfermeras que cuidan de ti.
Qué es lo que me convierte en tu madre? Por qué ibas a sentirme más cercana a ti de lo que sientes a tus cuidadoras del hospital? Significará para ti algo la palabra mamá en este momento? Lo llegará a significar en algún momento?
Sacudo la cabeza... claro que soy diferente. Reaccionas diferente conmigo, algo en ti, en el poco tiempo que las drogas te dejan ser tú, te avisa de que soy alguien distinto a los que te rodean y te cuidan. No puedo dejarme llevar por el desánimo... Soy tu madre. Una madre sin bebé? Sí. Pero soy tu madre, pase lo que pase. Decidas irte o quedarte.

Me paro a pensar en todas las mujeres que conozco que son madres sin bebé. Si a ellas las reconozco sin duda como madres aunque sus pequeñ@s hayan nacido y hayan fallecido antes o después de ello, por qué dudo sobre mi misma? Qué hace que me de menos permiso para sentirme madre del que le doy a otras mujeres. Llevo años luchando porque se reconozca a esas madres invisibles que no pueden pasear a sus bebés ni verles crecer o correr detrás de ellos cuando ya caminan.
Me pregunto si yo terminaré siendo de nuevo una madre sin bebé, como lo soy ahora de cara al mundo.

Hablo de ti, hablo constantemente de ti, porque necesito que el mundo te reconozca. Lo necesito
desesperadamente. Porque tú existes y, a través de ti, mi maternidad existe, mi lactancia tiene sentido, mi cuerpo cambiante tiene sentido, mis abdominales doloridos por la ruptura del recto tienen sentido, mi sentirme incompleta tiene sentido... Mi vida de estos meses, de casi este último año tiene sentido. Todo a través de ti.
Existes, y no dejarás de haber existido aunque la vida decida que no consigas ganar tu lucha. Y mereces que el mundo te de tu espacio. Tú y todos los bebés que están allí o que ni siquiera han tenido la oportunidad de luchar...

Ya está, ya ha dejado de salir leche. En medio de mis reflexiones nocturnas he dejado tu toma preparada para llevar por la mañana al hospital. Limpio el sacaleches, guardo el tarro en la nevera y vuelvo a la cama, evitando mirarme de nuevo al espejo al pasar por el baño. No quiero seguir pensando. Ya he llegado a mi conclusión y con ella vuelvo a intentar dormirme: lucharé por tu espacio, por el da cada bebé. Pase lo que pase, lucharé. Porque hasta de lo peor podemos intentar sacar algo que ayude al mundo, que nos ayude a nosotros... o eso quiero creer...

Por ahora, vuelvo a tumbarme con los brazos vacíos... por ahora sigo siendo para el mundo una madre sin bebé.


Bea, mami de Pequeheroe.


3 comentarios:

  1. Una historia muy bonita y emotiva. Espero que todo haya ido bien. Y, si es así, te invito a que visites nuestra web donde tenemos ofertas especiales de la colcha de capazo. Felicidades

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  2. Las estadísticas demuestran que viajar de espaldas a la marcha es cinco veces más seguro que ir mirando hacia delante. Aquellos países que han adoptado esta importante medida (Países Escandinavos) tienen los índices más bajos de mortalidad infantil en carretera de todo el mundo. Compra sillas a contramarcha malaga

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  3. Alfileres de Novias
    Tú ya sabes que no eres una novia común, que tu boda no será corriente y tienes claro que tus alfileres no serán como los demás.
    Imagínate, termina el banquete y tú te levantas a por tus alfileres para empezar a repartirlos. Sabes que ya ha llegado el momento.
    Nuestros alfileres tienen alma y nos enamoran

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