lunes, 23 de enero de 2017

UNA MADRE SIN BEBÉ

Me despierto de nuevo en mitad de la noche... de nuevo tengo la camiseta empapada de leche... esa leche que deberías estar tomando, que te debería alimentar pero se almacena día a día, tarro a tarro, en el congelador del hospital, esperando que puedas tomarla y te pueda ayudar a salir adelante y fortalecerte.
Me levanto intentando no despertar a tu padre ni tu hermana, tendré que vaciarme el pecho pese al sueño. Parece que hoy estoy especialmente productiva.

Si estuvieras a mi lado, me giraría en la cama y te ofrecería el pecho. Seguramente, ya lo hubieras pedido antes de hecho, y ahora no tendría que cambiarme y lavarme. Pero no estás.
Es una sensación extraña, una forma terrible de sentirse incompleta, pues una parte esencial de mi no está donde debería. Donde mi corazón, mi pecho, mi alma... mi todo te reclama a gritos. Gritos ahogados por el día a día, por esta rutina agotadora de hospital, coche, intentar ver a tu hermana, llamar al hospital, sacarme leche... esta rutina que a veces deseas que se eternice, porque temes que en algún punto se rompa, que termine como jamás desearías... Al fin, seguir así significa que tú sigues vivo, que sigues teniendo oportunidad de luchar y de salir adelante. Da igual lo que a nosotros nos cueste, porque si tú sigues, nosotros a tu lado siempre.


Casi no me quedan camisetas. La ropa que me había reservado para estos días empieza a agotarse, y mi cuerpo sigue sin ser el de antes del embarazo, y tampoco es el que será después. Estoy en esa transición extraña en la que ni te paras a pensar cuando tienes un bebé en brazos que te reclama y te necesita, pero que ahora, en mitad de la noche, con la casa en silencio y frente al espejo, me resulta ajena... No debería estar así. Esa tripa de 4 meses de embarazo debería estar oculta tras un bebé en mis brazos... Claro, por eso con tu hermana esto era tan diferente, porque ella sí estaba donde debía.

Me enfado, otro momento más que me enfado. Por qué tiene que pasar todo esto? Por qué tienes que sufrir si apenas acabas de llegar aquí fuera? Pero no, no te enfades, Bea. Tenéis suerte, Pablo sigue pudiendo luchar. Seguís pudiendo tener esperanza...
Pienso en todos los bebés que hemos despedido en estos meses y me echo a llorar... cómo es posible tanto dolor? Cómo es posible que otras madres se miren al espejo como yo, pero sabiendo que nunca tendrán a sus bebés en brazos... sin esperanza... Cómo puede pasar algo así? Lloro por las madres que conozco que lo han vivido, y porque sé que llegarán más que vivirán lo mismo... Lloro por todos esos bebés, plenos de vida, que no podrán crecer... Es tan injusto, que lloro de tristeza, pero también de rabia.

Sentada al fin con el sacaleches en el silencio de la madrugada, comienza a brotar gota a gota, chorro a chorro, casi al mismo ritmo que mis lágrimas. Es tan extraño que algo así, una de las pocas cosas que puedo hacer por ti fuera del hospital, me produzca al mismo tiempo serenidad y dolor... Enfado y bienestar... Frustración y satisfacción... Todo en este proceso es así: confuso, extraño...

Cierro los ojos para visualizarte. Cada vez que estoy a tu lado en la UCIN intento memorizar cada centímetro de tu piel. Quizás un día no pueda verlo más, y no quiero preguntarme si tenías un lunar o dos en el muslo derecho. Quiero recordar cada parte de ti. Cada gesto, cada respiración, Cada reacción... Todo. Porque todo puede desaparecer en un momento. Porque vivimos en la cuerda floja desde hace meses, desde que nos dieron tu diagnóstico.
Cierro los ojos y te lloro, allí tendido. Con tus cicatrices, tus vías, tus sensores... adormecido por la medicación y apenas sin reflejos... Lejos de donde deberías estar.

Soy madre? Quién dice que lo sea si nada hace que lo parezca? No te paseo por la calle, nadie te ve más que las personas más cercanas de la familia, no te compro cositas, ni ropa, no elijo tu ropa cada día, no te doy pecho ni biberón, ni siquiera te abrazo o te cojo en brazos... Apenas te aseo por partes, te cambio los sensores, te cambio los pañales y vigilo, sin poder evitarlo, tus constantes cada minuto que te tengo cerca. No hago cosas muy diferentes a parte de las que hacen las Auxililares y Enfermeras que cuidan de ti.
Qué es lo que me convierte en tu madre? Por qué ibas a sentirme más cercana a ti de lo que sientes a tus cuidadoras del hospital? Significará para ti algo la palabra mamá en este momento? Lo llegará a significar en algún momento?
Sacudo la cabeza... claro que soy diferente. Reaccionas diferente conmigo, algo en ti, en el poco tiempo que las drogas te dejan ser tú, te avisa de que soy alguien distinto a los que te rodean y te cuidan. No puedo dejarme llevar por el desánimo... Soy tu madre. Una madre sin bebé? Sí. Pero soy tu madre, pase lo que pase. Decidas irte o quedarte.

Me paro a pensar en todas las mujeres que conozco que son madres sin bebé. Si a ellas las reconozco sin duda como madres aunque sus pequeñ@s hayan nacido y hayan fallecido antes o después de ello, por qué dudo sobre mi misma? Qué hace que me de menos permiso para sentirme madre del que le doy a otras mujeres. Llevo años luchando porque se reconozca a esas madres invisibles que no pueden pasear a sus bebés ni verles crecer o correr detrás de ellos cuando ya caminan.
Me pregunto si yo terminaré siendo de nuevo una madre sin bebé, como lo soy ahora de cara al mundo.

Hablo de ti, hablo constantemente de ti, porque necesito que el mundo te reconozca. Lo necesito
desesperadamente. Porque tú existes y, a través de ti, mi maternidad existe, mi lactancia tiene sentido, mi cuerpo cambiante tiene sentido, mis abdominales doloridos por la ruptura del recto tienen sentido, mi sentirme incompleta tiene sentido... Mi vida de estos meses, de casi este último año tiene sentido. Todo a través de ti.
Existes, y no dejarás de haber existido aunque la vida decida que no consigas ganar tu lucha. Y mereces que el mundo te de tu espacio. Tú y todos los bebés que están allí o que ni siquiera han tenido la oportunidad de luchar...

Ya está, ya ha dejado de salir leche. En medio de mis reflexiones nocturnas he dejado tu toma preparada para llevar por la mañana al hospital. Limpio el sacaleches, guardo el tarro en la nevera y vuelvo a la cama, evitando mirarme de nuevo al espejo al pasar por el baño. No quiero seguir pensando. Ya he llegado a mi conclusión y con ella vuelvo a intentar dormirme: lucharé por tu espacio, por el da cada bebé. Pase lo que pase, lucharé. Porque hasta de lo peor podemos intentar sacar algo que ayude al mundo, que nos ayude a nosotros... o eso quiero creer...

Por ahora, vuelvo a tumbarme con los brazos vacíos... por ahora sigo siendo para el mundo una madre sin bebé.


Bea, mami de Pequeheroe.


miércoles, 11 de enero de 2017

LA LUZ TRAS EL TÚNEL

Termina el fin de semana... aquí, en la UCIN, los fines de semana son sólo una marca en el calendario o una palabra que aparece en el móvil cuando miras la hora o las llamadas o mensajes pendientes de responder.
Los fines de semana solo se diferencian en las rutinas... La sala de reuniones de Neonatología, de la que nos separa un cristal, permanece vacía a las horas en las que entre semana se llena de profesionales que debaten cada caso pendiente y cuentan cada novedad. Y la cantidad de médicos es menor que de lunes a viernes por las mañanas, pero para nosotros todo lo demás sigue igual.

Llegar, ver cómo estás y saludarte revisando casi de modo automático si hay algún cambio en las bombas de medicación, las vías o cualquier otra medida de apoyo o tratamiento, ver las saturaciones, preguntar cómo has pasado la noche, preguntar por cualquier cambio, consultar quién está de guardia, entregar la leche de la extracción de la noche, sacarme leche y sentarnos a tu lado... siempre a tu lado. El aseo diario, los cambios de postura para intentar que no tengas escaras... la cura de las que ya tienes y necesitamos mejorar, el ratito de intentar que recibas con agrado el contacto de caricias y manos que te ofrecen cariño en algún sitio que no sean tus manitos o pies... El cambio de cada bomba de medicación que va terminando, los pitidos de alarma de los monitores, el llanto de alguno de los otros bebés que nos rodean, la rutina de enfermería, la entrada y salida de los especialistas...
Y así, sin darnos cuenta, pasan los días... y los fines de semana no son diferentes en ese sentido. Sólo con menos pruebas diagnósticas y menos decisiones sobre posibles cambios. Porque la vida para nosotros ya sólo tiene un día en el calendario: hoy. Y ya sólo se rige al ritmo de la rutina de la unidad y de las noticias y pruebas que vamos teniendo.

Pero este fin de semana ha sido distinto. Distinto porque nos ha traído el terror de ver cómo te escapabas de nuestros brazos, que aún no han podido cogerte. Cómo te escurrías entre los dedos de los profesionales que trataban de sujetarte con sus manos y sus conocimientos... Todo nos ha superado, nos ha derrumbado de golpe y nos ha vuelto a poner en la situación de aquellas 24 primeras horas en las que todo estaba por ver y por trabajar pero con una diferencia: sin la red de la posibilidad de ECMO. Hemos pasado ya por ella y tu cuerpo lo ha acusado... tu cuerpo tiene las secuelas de la máquina de soporte extracorpóreo que te salvó la vida. Dos trombos en vías principales, en la carótida, son uno de los precios que hemos pagado... Dos escaras en la cabeza que son de cierta gravedad y el acabalgamiento de los huesos de la cabeza que han deformado tu cráneo, y la necesidad de controlar todo ello ahora y en el futuro. Al menos que sepamos hasta ahora, esos son los pagos por tenerte con vida aún. Pero estás aquí, estás con nosotros.

A veces me pregunto si no estaremos siendo egoístas, si sabremos distinguir el momento en el que debemos tirar la toalla o nos obcecaremos en el egoísmo de tenerte con nosotros aunque sea sedado y relajado como estás ahora y con un altísimo nivel de medicación y soporte de oxígeno... Sólo espero distinguir el momento con claridad... Se puede distinguir ese instante amando como amamos los padres? Si llega, sentiré que es el momento de dejarte marchar? No lo sé... y no quiero saberlo. Claro que no quiero que llegue, pero creo que es necesario que tengamos claro que quizás debamos decidir algo que no desearíamos jamás ni para nosotros ni para nadie. Decir adiós por amor... Conozco muchas familias que han vivido ese momento terrible, y nunca he sabido cómo es posible reconocerlo. Todas dicen que simplemente se siente... pero en medio de los miedos, la tensión, el amor, la tristeza... se encuentra ese punto de sentir que debemos parar? Tras todos estos meses de luchar por tu vida, de intentar ofrecerte todas las oportunidades posibles y tratar de estar a tu lado con amor, sabré si he de tirar la toalla? Espero que sí... aunque espero que no llegue nunca.
Sacudo ese pensamiento, seguro volverá en otro momento... pero es algo que necesito dosificar, que necesito explorar y aceptar como posibilidad en pequeñas dosis. Hoy es hoy, ahora es este momento y he de mantenerme en él.

Hoy es lunes, y respiramos con cierto alivio. Hoy vendrá todo el equipo de Neonatología, y eso siempre nos da seguridad. Sabemos que cuando algo sucede, cuando algo grave sucede, todos están pendientes y conectados a quien esté de guardia, pero siempre nos da más seguridad que haya más ojos vigilantes y más cabezas pensantes por si algo sale de la normalidad... Te sentimos más vigilado, y eso nos da más tranquilidad.

Van entrando los Neonatólogos que no han estado de guardia pero sí pendientes desde sus casas, desde sus días libres. Y van pasando a verte y a saludarnos con miradas de comprensión y alivio. Con optimismo en la mirada.
"Ha estado muy malito, pero ya ha pasado lo peor. Parece que hemos dado con la clave y que él quiere pelear", nos dice una de las Neonatólogas. Y casi nos echamos a llorar... ha sido tanta la tensión, tanto lo contenido y lo sufrido por la incertidumbre de estos días... aún miramos los monitores alarmados cuando baja uno o dos puntos la saturación de oxígeno, pese a que sabemos que es normal que lo pueda hacer y que no significa que vaya a peor... pero el miedo nos tiene aún atenazados.

Comienza la reunión de Neonatología de la mañana, y se empiezan a revisar los casos. Entre ellos, se revisará el tuyo. Se contará lo sucedido este fin de semana, lo que se ha hecho y cómo, y tu reacción al tratamiento. Sólo tras esta reunión, tras la revisión de tu camino de estos días por parte del equipo, sabremos alguna noticia. Sabremos lo que opinen o lo que planteen para estos días.
Las prostaglandinas son algo temporal. Tu ductus ha de cerrarse en algún momento pues, en caso contrario, habrá que operar más adelante. Así que lo que hemos recibido es, como la ECMO, una solución temporal para darte tiempo a reaccionar. Ahora depende de ti el cómo avanzar.

Hoy tienes mejor colorcito de piel, todos lo dicen; tienes mejor medición en los monitores y necesitas
menos medicación para permanecer estable. Tu diuresis sigue siendo algo inestable, y eso significa que el cuerpo está aún con cierto desequilibrio, pero no estamos en el punto de hace dos días ni mucho menos... Y también implica que tus riñones, dentro de lo mal que están, responden a la medicación.
No podemos evitar mirar con lupa cada uno de tus pequeños movimientos, cada reacción a estímulos, porque han sido muchas horas con saturaciones de oxígeno bajas y no sabemos si puede haber afectado a tu cerebro ni qué consecuencias puede tener esa hipoxia en tus órganos a corto y medio plazo...

Callo, no digo nada... pero no dejo de pensar las posibles consecuencias. Y ninguna es bonita... Y si has llegado hasta aquí para ahora tener un daño irreversible a nivel cerebral o a cualquier otro? No Bea, es un bebé. Los daños son mucho más recuperables que en un adulto. No, no son pensamientos negativos ni pesimistas. Simplemente quiero ser lógica. Quiero tener los pies en la tierra.
Pero no puedo contarlo, no puedo compartir lo que pienso porque tendría dos reacciones alrededor: alarmarse o decirme que soy una pesimista y que no está bien que piense estas cosas...
Claro, lo comprendo. Comprendo lo uno y lo otro. Pero alarmarnos no nos ayudará y pensar que es irreal que pueda haber daños tras estos días en los que casi mueres es poco menos que ofensivo. Así que prefiero callar, callar y ser objetiva con lo que sé, lo que veo... Y por ahora no hay signos pero tendremos que estar atentos por si hemos de ayudarte a superar cualquier dificultad y buscar recursos para ello.

A veces me enfado, me enfado cuando siento que no puedo ser libre para expresarme, para reconocer en voz alta que las cosas pueden salir como no deseamos, que el riesgo es real y que era estadísticamente menos posible que tuvieras una hernia diafragmática que lo que valoro de que haya consecuencias de todo esto que estás viviendo. Consecuencias graves.
Pero no puedo pararme en enfados, mi energía tiene que ser para ti, para nosotros... porque el enfado y la frustración no me ayudarán a estar más atenta, cuidar mejor de ti o atendernos mejor dentro de nuestra familia.

La mañana transcurre entre revisiones del monitor cerebral, ecocardiograma, radiografía y ajustes de medicaciones... Respirando con alivio al ver la mejoría respecto a hace dos días, al ver la luz tras aquel túnel que por momentos nos pareció agujero negro, que pareció engullirnos en su oscuridad...
Ha sido la primera vez desde que volvimos de verte en ECMO que he llorado, que he soltado la tensión, el miedo... todo convertido en un grito ahogado, en lágrimas que no dejaban de brotar como si fueran en sí gritos al universo por todo lo que te pasaba. Ha sido la primera vez en mucho tiempo que me he vuelto a enfadar con la vida por mandarte esta enorme prueba...

Termina la reunión y comienzan la ronda de visitas. Sólo puedo pensar en qué nos dirán. Estamos nerviosos por saber si tenemos razón y todo está mejor, por saber si ven un camino más claro en tu recuperación... Pero hemos de esperar a las pruebas que te harán a lo largo de la mañana, aunque creen que irán bien. Creen que el peligro más grave ya pasó y que podemos respirar algo más tranquilos. Tus constantes vitales y los datos clínicos hablan de una mejoría, y las pruebas la confirmarán seguramente.
Nos dan ganas de abrazar a los médicos... de llorar, de reír, de soltar... no sé ni de qué tenemos ganas, porque todo se nos junta. Pero sí sé una cosa, seguimos en la lucha porque tú decides seguir luchando.

Te miramos con esperanza, con alivio y, sobre todo, con admiración... ahí estás, tan pequeño, tan delicado y, a la vez, más fuerte que ninguno de nosotros. Y me doy cuenta de que en estos días no he mirado a mi alrededor... no he mirado a los otros bebés que luchan, que están menos graves que tú en su mayoría, pero que están aquí, casi todos más pequeñitos que tú de tamaño, casi todos habiendo nacido antes de lo esperado y peleando ahora por salir adelante... Cuantos guerreros en esta habitación! Cuanta fuerza y cuanta vida en cada uno de estos cuerpecitos! Cuanto que aprender de la vida. Si vosotros podéis, nosotros también, nuestros pequeños.


Bea, mamá de pequehéroe.

lunes, 2 de enero de 2017

NO PIENSO IRME: RECUPERACIÓN MILAGRO

Todo parece una pesadilla, una larga, infinita, pesadilla de la que no somos capaces de despertarnos... Cada mañana, al levantarme de la cama, mi cerebro tiene por unos instantes la sensación de que aún estás en esa panza que ahora cuelga vacía, dolorida por lo grande que te habías hecho ese chalecito tuyo. Pero no miro el dolor, ni el físico ni el emocional... ya habrá tiempo para eso. Qué más da si el recto abdominal se ha roto o si el ombligo se ha herniado? A quién le importa ahora eso? Lo noto cada vez que me muevo, pero noto infinitamente más tu ausencia... y duele también infinitamente más.

Aquí estamos. Abrazados, apoyados en esta columna frente a ti. Al lado, los médicos cuchichean con
otros médicos, debaten qué podrían hacer, qué está pasando dentro de ti para que todo se haya venido abajo en menos de 24 horas. Porque algo ha de estar pasando... pero no consiguen saber el qué, y siguen viniendo especialistas a los que tus Neonatólog@s llaman.

Llegan los cardiólogos de guardia, a quienes han llamado de urgencia, y el círculo de debate se hace aún mayor... Nos mantenemos aquí, yo con el super oído conectado, pues ya sabes que siempre lo tengo activado cuando se habla de ti. Pero hoy mucho más aún porque veo desconcierto, incomprensión, confusión, en las caras de quienes intentan saber por qué estás al borde del abismo. Porque no hace falta ser médico para saber que estás al borde del abismo, mi niño... Y sentir que ellos notan, saben, que estás al borde del abismo, da aún más vértigo... Es extraño de explicar, les acerca también a nosotros, nos hace sentir más comprendidos... Nos hace sentir, de nuevo, que se está dando todo por ti. Que se está haciendo todo por ti y para ti.
Procuramos no nombrarlo, al menos yo. No quiero asustar a papá, pero creo que él también lo sabe en el fondo... Sabemos quien eres, cómo eres... y sabemos que si no es algo realmente grave no te dejas llevar. Sigues peleando. Y que si ahora te estás dejando es porque algo sucede contra lo que no puedes luchar solo... han de ayudarte. Han de encontrar el modo. Y están buscándolo desesperadamente, como en las horas previas las neonatólogas que no hacían sino estar pendientes de ti, a los pies de tu cuna... pensando, consultando, dando vueltas a una y otra posibilidad que quizás diera una respuesta y llevara a una solución. Porque ha de haber una respuesta a lo que pasa...

Los cardiólogos hablan de una medicación... hablan de una posibilidad. Nombran tu ductus... Claro, y si el ductus estaba abierto, como en todos los bebés antes de nacer, y ahora se ha cerrado y el corazón encuentra más trabajo? Tiene lógica dentro de toda esta situación. Quizás, comentan, ahora que todo en el cuerpo está como debería, con los órganos en su lugar, el corazón ha pensado que era el momento de cerrar ese conducto que hasta ahora aliviaba su trabajo y ayudaba a que las presiones pulmonares no fueran imposibles de manejar por tu cuerpo.
Eso es... vamos a probarlo. Todo antes que volver a intentar los aerosoles que tan mal te dejaron hace poco y que ahora seguramente no resistirías, que eran la única opción que hasta ahora veían,  aunque con serias dudas.
Crucemos los dedos para que la respuesta sea el ductus, y las prostaglandinas que tanto nombro yo en mi día a día hablando de partos, la solución para mantenerlo abierto el tiempo que necesites. Aunque,  como la ECMO, es un "parche" temporal.

El corrillo de médicos se disuelve. La decisión está tomada y todo comienza a moverse. Se pide la medicación a farmacia, se informa a la Enfermera del plan de acción y se nos informa a nosotros... y nosotros no podemos más que rogar al universo para que sea el plan acertado. Nos sentimos en unión con tu equipo médico. Sabemos que están haciendo lo imposible, y eso nos da confianza.
Te pedimos en silencio que te dejes ayudar, que les ayudes a ayudarte... que te agarres a nosotros y te quedes aquí. Miramos el monitor cerebral con pánico, ambos sabemos que este tiempo en hipoxia puede causar estragos a nivel cerebral... cualquier persona sabe que la falta de oxígeno en el cerebro puede tener consecuencias muy severas. Es uno de nuestros grandes temores desde el embarazo por lo imprevisible de las consecuencias, pero confiamos en ti... y en que si algo pasa lo remontaremos, o conseguiremos ayudarte a ser feliz con tu realidad.
Si hemos de ir a rehabilitación se irá, y si hemos de hacer terapia se hará. Caminaremos a tu lado, a tu paso... pero tienes que luchar y nosotros no dejaremos de hacerlo.

Papá sale a fumar, necesita despejarse un poco, y yo me quedo allí, pegada a ti; como atada con un hilo invisible... Salir no me reportará calma, y me sentiré como si desaprovechara el tiempo a tu lado. Porque cada minuto a tu lado es único. Ahora no es el momento de salir para mi. Ya llegará. Ojalá que llegue.

Pasan las horas... y no vas a peor. Eso es buena señal. La palabra mágica? Estable. Todas las madres de la asociación de HDC lo decimos, y es una gran realidad. Y más en este momento. Porque si no estuviera funcionando estarías cada vez peor, y no es así. Hay horas que tu cuerpo regula estupendamente las funciones básicas y otras en las que parece que aún se resiste. Pero ya hay horas buenas, horas estables. Y eso es buena señal, o eso queremos pensar.

Allí sentados, en silencio, mirando al monitor y a ti de modo alterno, cada uno con nuestros temores, esperanzas, demonios y ángeles, pienso en qué pasará. Qué pasará si esto tiene consecuencias? Qué sucederá si todos estos tratamientos, los días de UCIN viviendo al límite, tienen consecuencias importantes en ti físicamente? Qué pasará si esas consecuencias no te dejan ser feliz y tener una infancia que sientas plena? Qué sucederá si tienes un problema motor severo, o de habla, o de deglución? Cómo te sentirás? Porque nosotros tendremos que aprender a vivir con lo que llegue a ti, pero tú, mi niño... Cómo te sentirás si quizás no puedes correr como otros niños? Te frustrarás? Podrás ser feliz?
Sacudo la cabeza, y con ella esos pensamientos... el hoy, el ahora... el ya. Eso es lo que tengo que pensar. Y el ahora mismo dice que estás peleando, que no se ven signos de secuelas de ese tipo, que parece que estás respondiendo al tratamiento. Que parece que han dado con la respuesta y tú te estás sabiendo dejar llevar. Que una vez más nos enseñas cómo debemos vivir... a veces luchando y otras fluyendo... A veces dando toda nuestra energía y otras permitiéndonos ser quienes la recibimos.

Qué pasará si luego el ductus se queda abierto? Habrá que operarle?, me pregunta papá. Me cuesta ponerme en dentro de una hora, para cuanto más ponerme en dentro de unos meses. Pero sé que si eso pasara podríamos hacer una operación, así que no es algo que ahora mismo deba preocuparnos. Tiene solución... Como la mayor parte de las consecuencias habituales de todo lo que estás necesitando para salir adelante. Nuestra batalla de hoy es sobrevivir... mañana ya veremos cual nos toca.

Los médicos se van pasando cada cierto tiempo a verte y la enfermera no se mueve de tu lado, de nuestro lado. Todas las caras van acusando el paso de las horas, pero se van recomponiendo por la esperanza. Incluso empiezan a dejar alguna sonrisa a medias que nos habla de la creencia en que han acertado. Y el signo definitivo es empezar a ajustar la medicación tras la dosis de choque inicial. Empiezan a valorarlo, y eso es una gran señal... Luz tras el inmenso túnel en el que nos hemos sentido estas últimas 24 horas.

Hoy nos iremos más tranquilos, dormiremos soñando contigo, con que todo esto pasa y te vemos sonreir cada día. Pero será solo un sueño por ahora. Un hermoso sueño al que agarrarnos para seguir caminando a tu lado. Porque si tú avanzas, nosotros contigo, a tu lado. Si tú sonríes, nosotros contigo lo haremos también. Porque si tú vives, nosotros aprendemos a vivir con tu ejemplo.

Bea, mamá de pequeheroe.
Julio, 2016