miércoles, 31 de agosto de 2016

Y AL FIN... LLEGÓ

Cada parto es diferente. Cada nacimiento es un mundo que se inicia. Y el de #mipequeheroe no iba a ser igual a otros ni cercano siquiera a lo que se esperaba.

Pablo ha ido en contra de todos a la hora de decidir cuándo y cómo nacer… Debido al poco líquido amniótico que “beben” los bebés con Hernia Diafragmática Congénita teníamos líquido amniótico muy aumentado desde hace semanas, algo que se unía al hecho de no ser este mi primer embarazo y provocaba que todos pensáramos en un parto antes de la fecha prevista para él. En cada luna y en cada semana apostábamos a que ese sería el momento de Pablo.

Yo sé de sobra que pocos bebés nacen realmente en su fecha prevista para parto, pero incluso yo pensé que Pablo se adelantaría, pues sí tenía contracciones desde semanas antes aunque sabía que no eran efectivas. Mi cuerpo se sentía pesado y notaba las caderas en movimiento y pidiendo movimiento. Y pese a todas las señales, indicios y a las estadísticas de los embarazos de bebés con HDC, Pablo aguantó como le pedimos.

Para todo bebé sano el llegar a término en el embarazo es muy beneficioso, pero para un bebé con una Hernia Diafragmática Congénita o alguna otra enfermedad o malformación que ha de ser tratada en el momento de nacer es quizás más importante aún. A la enfermedad a tratar se puede sumar cualquier problema derivado de una prematuridad que contribuya a la inmadurez de ese bebé y dificulte el tratamiento necesario o el hecho de que el bebé responda a él.

Por ello, le decíamos a Pablo cada día que esperara, que tenía que crecer un poco más, que tenía que nacer fuerte y grande para la lucha que le esperaba... y que le querríamos sea cual sea su camino y estaremos en cada uno de sus pasos en él.

Y Pablo nos hizo caso…

Amor nuestro, cada nacimiento tiene su historia… una historia de dos protagonistas que se mueven juntos para llegar donde deben, a veces con el apoyo de un tercero que les arropa para que puedan hacer ese camino, ese trabajo de construir su encuentro. Y así ha sido tu nacimiento.

Eran las 11 de la noche cuando papá se durmió. Como cada día, ese 19 de junio te habíamos
preguntado: “¿te gusta hoy el día para nacer?”, y parecía que no. Así que nos metimos en la cama. Papá a dormir y yo a entretener mi típico insomnio de las últimas semanas de embarazo hablando contigo y viendo una serie. Así que te canté tu nana, te dije que era hora de descansar y te di las buenas noches por si me quedaba dormida con un “bueno, quizás te guste mañana, mi amor”.

No esperaba que, poco rato más tarde, te despertarías con esa energía que tanto te caracteriza y romperías la bolsa de líquido amniótico con dos golpes en la parte inferior de mi tripa, que para ti era tu parte superior porque, con mucha decisión, te habías colocado ya con la cabeza hacia abajo en la semana 20 de nuestro embarazo para mantenerte ya así hasta tu nacimiento, encontrando tu camino. El que deseabas tomar.

Se notó de inmediato la rotura de la bolsa, así que desperté a papá. No se me olvidará esa imagen de papá vistiéndose mientras el suelo del salón estaba lleno de líquido y yo me ponía una toalla para evitar manchar más. De hecho, estaba empeñada en dejarlo limpio, pero papá lo evitó apurándome para que saliéramos hacia el hospital; ya no era mi primer parto y tú no podías nacer en cualquier sitio, solo en el quirófano del hospital donde te esperaban hacía semanas.

En el coche llamé a la abuela, calmé a papá para que no corriera conduciendo y traté de hablarte y visualizarte. Mandarte todo el amor para ese camino nuevo que empezábamos juntos: tu nacimiento… mi parto… nuestro encuentro, el de los 3. Y así seguí intentando hablarte mentalmente mientras papá fue a aparcar y empezaban a atenderme en el hospital.

“Aún estás de 1 y medio”, me dijo la Matrona que me recibió. Pero yo sabía que no pasarían muchas horas antes de verte al fin en persona. Me daba igual de cuanto dijera nadie que estaba dilatada… la dilatación avanza, cada una a su ritmo. Pero avanza. Y así seguimos en preparto unas horas, tranquilos los dos contigo en la habitación y con el apoyo y la comprensión de los profesionales que nos daban nuestro espacio a los 3 para que fuéramos poco a poco avanzando entre momentos de sueño y de desvelo.

A las 3 de la mañana las contracciones ya eran dolorosas, y a las 6 y media de la mañana estaba dilatada de 4 cms, así que nos trasladaron a dilatación. Tú te habías estado moviendo mucho hasta ese momento, tal y como sabemos que te gusta. Y se acercaba el momento. Cada vez con más contracciones y cada vez con más tensión también porque… ¿qué pasaría cuando nacieras? Dentro de la tripota estabas estupendo… en tu piscina climatizada y arropadito y mimadito las 24 horas pero… ¿qué te esperaba al salir? Mi gran temor era ese… y ese fue el que me bloqueó: “dentro está vivo, yo le cuido y le alimento. Pero fuera qué será de él”. Seguro que todas las mamás de bebés que han de ser intervenidos médicamente al nacer pueden entender perfectamente este pensamiento que llega a bloquearnos y paralizarnos incluso en lo más profundo.

Y así lo hizo mi miedo… me paralizó en esos 4 cms hasta las 11 de la mañana, 11 horas más tarde de haber sentido como llamabas a las puertas del mundo exterior. Pero había que avanzar, no iba a poder estar mucho más tiempo bloqueada y las opciones eran cesárea u oxitocina. Y decidí la segunda, quizás por eso sentiste mucha más presión en tu cuevita, mucha más rapidez en esa presión rítmica que sentías hasta entonces y mucho más apretujado tu cuerpecito en ese rato… Pero aguantamos… papá sosteniéndome a mi y abanicándome en cada contracción (el abanico, ese gran aliado de las mamás y papás en el parto), tú haciendo tu camino y yo tratando de seguir adelante sin epidural pese a las contracciones sostenidas de 3 minutos que me hacían empezar vocalizando y terminar gritando. Pero, llegados a los 8 cms, te pedí perdón, le pedí perdón a papá y decidí ponerme la epidural… Mamá necesitaba liberar el dolor de esas contracciones largas y abundantes porque sino volvería a bloquearse, y sé que tú lo entendiste.

Muchos bebés nacen con epidural, lo sé. Tu hermana también nació con ella, pero para ti deseaba no ponérmela, y necesitar hacerlo provocó que tuviera que asumir esa concesión, como previamente hice con la oxitocina frente a la perspectiva de la cesárea y pese al riesgo de que la propia oxitocina me llevara a una cesárea… Iba aceptando, en nuestro camino, las cosas que iban surgiendo, decidiendo con ellas y dándome permiso para avanzar incluso contra lo que en principio deseaba para ti.

Con esto en mente, con el recuerdo constante de que debía darme permiso, esperé la epidural en un espacio de tiempo corto pero que se me hizo eterno. Y en un momento duro, de contracciones largas y sostenidas, consiguieron ponerme la epidural… No sé si la notaste, pero a mamá le calmó el dolor al cabo de un ratito, casi al mismo tiempo de ir al quirófano para verte el perfil porque la cara, pequeño mío, no te la vi hasta horas más tarde de nacer.

En este momento, casi a las 13 horas del 20 de junio, llevábamos casi 13 horas de camino de encuentro… Y así dejamos a papá para irnos al quirófano donde debías nacer. Rodeados de extrañ@s que te esperaban desde hacía horas porque se suponía que una mujer que ya había parido tendría un parto más corto y que un bebé con HDC no debería tener un parto tan largo como el nuestro… Pero todo eso es suponer porque, como ves, como sentiste, como sabes… podemos suponer lo que sea, que la vida sigue su curso por un camino que pocas veces sigue el de las suposiciones.

Casi eran las 13h estabas a puntito de nacer…


Bea, mamá de Pequehéroe