viernes, 26 de mayo de 2017

DE PULPOS Y MIEDOS

Llevamos mucho tiempo sin acercarnos a vosotr@s a través del blog, aunque sabemos que much@s nos seguís en el perfil de Facebook de Un Pequeño héroe. el motivo para estar menos aquí es, evidentemente, el protagonista de la historia que compartimos con vosotr@s: Pablo.

En estos días os contaremos muchas cositas y retomaremos el blog y el VLOG, así que volvemos.
Pero antes de eso, teníamos muchas cositas previas que contaros que iremos compartiendo, y hay una que ya, debido a la cantidad de cosas que estamos leyendo sobre el tema, ha tomado prioridad sobre el resto: los pulpos para los bebés en neonatos. Así que aquí vamos.

Antes de nada, os queremos pedir un ejercicio de abstracción: imaginad que salís de vuestra cama en mitad de la noche o, más bien, que algo os arrastra fuera de ella sin que podáis evitarlo. Y, tras ello, aparecéis en un lugar frío, lleno de luz, sin vuestro edredón maravilloso que os envuelve cálido y agradable, sin los sonidos de vuestra casa sino con otros que os resultan desconocidos y que no entendéis... Estáis en una sala fría, con mucha luz, rodeados de personas desconocidas a quienes no entendéis, sin ningún olor conocido, y en ropa interior o desnudos. Las personas que allí hay os manipulan, os hablan, hablan entre ellos, sentís dolor a veces y todo os resulta extraño... Estáis medio adormecidos y nada de lo que os rodea os ofrece calma porque nada os resulta conocido y seguro...

Así, ni más ni menos, con el añadido de las drogas, el tubo que bajaba a sus pulmones y él notaba molesto y extraño, los pulsioxímetros de mano y de pie para vigilar la oxigenación, las vías en varios lugares de su cuerpo, el sensor de temperatura, los sensores cardiológicos, la pomada ocular que le impedía ver nada y el molesto y constante pitido del monitor cardíaco y pulmonar que se convertía en rutina al cabo de un par de horas... Así estaba Pablo. Así estaba mi hijo.

Ahora os pido que os imaginéis en ese espacio, en ese momento tendidos allí, estirados en una posición que os resulta extraña y molesta, sobre una superficie dura que no ayuda a vuestra comodidad... y sin entender nada de lo que está pasando ni dónde estáis. Sin tener nada a lo que agarraros a nivel emocional y medio dormidos debido a las medicaciones... Con angustia a ratos porque el aire no llega a llenar vuestros pulmones y eso os causa dolor, esforzándoos por respirar un aire que os resulta ajeno e invasivo y que entra en vuestro cuerpo a través de un tubo que os arrancaríais si pudiérais moveros porque os resulta muy molesto y que, además, os impide llamar a nadie para que os ayude.
Os había imaginado allí? Qué sentís al pensarlo?
No sé vosotros, pero yo siento desamparo, abandono, soledad, inseguridad, tristeza, indefensión, enfado cuando nadie acude a ayudarme, rabia incluso... y si en mucho tiempo no encuentro nada que me consuele es muy posible que derrota... ganas de dejarme ir, de no luchar... de dejar que pase lo que deba pasar...

Ahora que sabéis cómo estaba Pablo allí, qué podía sentir yo en él cuando le acariciaba, vamos a lo que sentía yo, si no os parece pretencioso...

Sí, imaginaos que dais a luz y se llevan a vuestro bebé lejos, sin apenas haberle podido ver al nacer, sin haberle podido tocar. Imaginad que le veis pasar con expresión de enfado y dolor, de incomprensión de todo lo que pasaba. Imaginad que os llevan a una habitación vacía y estáis allí durante más de una hora que se os convierte en eternidad, esperando noticias, sabiendo que han tenido que intubar a vuestro bebé, pero sin saber si ha funcionado, si todo va como esperáis (que no es bien, porque si fuera bien vuestro bebé estaría con vosotras, sobre vuestro pecho) Imaginad que las únicas noticias que tenéis son fotos y cosas que os cuentan quienes han podido ver a vuestro bebé, y que eso se mantiene así hasta varias horas después de su nacimiento.
Imaginad que toda la famillia conoce a vuestro bebé menos vosotras, y que todos hablan de lo bonito que es, de lo grande que es, de la penita que da con todo conectado... y vosotras allí, en aquella habitación y luego en la habitación de la planta de puerperio, una habitación desde la que podéis oir a los bebés de otras mamás que sí están con ellas. Que lloran, que son visitados por las familias felices... Y os alegráis por ellas, aunque sí os preguntáis por qué vuestro bebé ha de tener que estar donde está.
Imaginad que bajáis al fin a ver a vuestro bebé y os encontráis a vuestro amor infinito allí estirado, en una postura antinatural para un bebé recién nacido, con todas las vías del mundo conectadas pasándole medicación y todos los sensores que os podíais imaginar, y más aún, conectados a él... y su tubo entrando por la boca, inflando su pecho... con todos los profesionales que le rodean preocupados, con cara de tensión y de circunstancias... Imaginad que la primera vez que veis a vuestro bebé sólo le podéis tocar una mano o un pie... que sólo le podéis hablar o cantar, y que es en un espacio sin intimidad, rodeados de extraños que velan por la salud de vuestro bebé porque es el más delicado, junto con otro más, de todos los que están ingresados en esa unidad...

Ahora sí, ahora sí que creo haberos puesto en situación...

Ahora sí que puedo preguntaros... si hubiera algo que supiérais que puede ayudarle a sentirse más acompañado, más calmado o más tranquilo en el tiempo en el que vais al baño, os ducháis o, si tenéis otros hijos, vais al menos a dormir con vuestros otros hijos... si pudiérais darle un objeto así a vuestro bebé no lo haríais?

Los objetos de transición (objetos de consuelo) no son nada nuevo. Hubo un profesional que acuñó ese término hace más de 30 años al referirse a aquellos objetos que aportaban tranquilidad al bebé cuando su madre o padre no podían hacerlo porque no podían (o no querían) estar. Se usaban tanto para bebés y niños que estaban ingresados en el hospital o tenían alguna intervención o cambio en su vida que se podía preveer que les traería inseguridad como, en el caso de que las familias decidieran seguir ese camino, cuando se intentaba "entrenar" al pequeño en independiencia a la hora de dormir solito, por ejemplo.
(Que yo os cuente esto respecto a los objetos de transición, no significa que esté emitiendo opinión alguna sobre sus usos fuera del tema que me ocupa en este post, que conste. Me limito a trasladar el uso que se les daba y da a esos objetos)

Evidentemente, los estudios han demostrado lo que la lógica y el instinto nos dicen claramente: que a mayor contacto físico de los bebés con sus madres o padres, o persona que pueda aportarles seguridad y proximidad de forma continuada, más tranquilidad, mejor funcionamiento de sus cuerpos, mejor recuperación en caso de patologías y menos secuelas derivadas del ingreso en hospital de esos bebés.
Y es evidente que NADA puede sustiruir a la madre o padre que es a quien están preparados los bebés para identificar como principal epicentro emocional. También está muy claro que esa persona de referencia, ese epicentro de nuestra seguridad emocional es necesaria para nuestro desarrollo afectivo, psicológico y físico, ya que somos un todo. Y si tenemos problemas de seguridad a esas edades, todo nuestro cuerpo se pone en alerta, dificultando el desarrollo de las funciones fisiológicas que nos facilitan crecer adecuadamente en todos los sentidos.

Dicho todo esto, sabiendo que esa seguridad es necesaria en todas las áreas de desarrollo de nuestros bebés, que nada puede sustituir a mamá o papá y su contacto, y sabiendo que la sensación de abandono pone a nuestros bebés en alerta... Todas las unidades de neonatos y de pediatría deben ser abiertas 24 horas a madres y padres. Pero abiertas no significa "dejar pasar", sino integrar, facilitar la creación y desarrollo del vínculo de las madres y padres con los bebés, facilitar el protagonismo de madres y padres en los cuidados y decisiones de salud y de cualquier otra índole que corresponda tomar por y para los bebés. Significa facilitar espacios de intimidad, de vivencia personal... significa integrar a los hermanos y hermanas "mayores", que a veces no conocerán más que en ese espacio a sus hermanos y hermanas pequeños.
Todo eso y muchos detalles más es tener una unidad abierta a las familias. Y eso es absolutamente necesario por los bebés, porque es su derecho estar acompañados por su madre, padre o tutor. Porque es su derecho que su madre, padre o tutor sea informado de cada procedimiento que se le realice y consultado en cada decisión. Y porque su presencia es fundamental en la vivencia de los bebés y de las propias familias. Porque a veces ese será el único espacio en el que tengan experiencias juntos porque hay bebés que, por desgracia, no sobreviven.

Pero para que de verdad las familias puedan estar en esas unidades junto a sus bebés e hijos, las instituciones y la sociedad tiene que cambiar. Tiene que apoyar, tiene que regular permisos retribuidos que permitan el cuidado directo de esos peques, tiene que sostener de verdad a esas familias, tiene que arropar a la madre, padre y, si los hay, hermanos teniendo siempre presente que ellos y el bebé o niño son los protagonistas, y nadie más es tan importante en esa historia particular.

Mientras todo eso no se produce, mientras las madres y padres han de usar bajas laborales por el estrés al que se ven sometidos por la situación en lugar de tener permisos remunerados, mientras los hermanos y hermanas no sean admitidos en las unidades hospitalarias, mientras la sociedad no apoye a esas familias, para ellas es muy difícil estar allí... E incluso aunque esta situación fuera la adecuada para favorecerlo, a veces la presión psicológica y emocional, familiar, laboral o la distancia y logística familiar no hacen sino dificultar aún más lo que ya es difícil de por sí.

Y, claramente, en esas circunstancias, no daríais a vuestros bebés y niñ@s un objeto de consuelo si ayudara?
Yo sí. Pablo tenía un pollito de peluche musical que le acompañaba cuando nosotros no podíamos. Y ese pollito siempre será parte de su historia como un objeto importante porque a él le relajaba, y todo lo que permitiera a mi bebé estar más relajado en el momento que vivía, bienvenido sea.

No, no escribo esto para convencer a nadie. No se trata de eso.
Para mi se trata de abrir la mente, de pensar en las diferentes circunstancias y pensar que a veces las cosas no son blancas o negras. Que a veces un consuelo, pese a no ser lo ideal, puede ayudar. Y que ese consuelo jamás debe ser excusa para ofrecer lo que realmente es necesario.

Si os he hecho pensar un poco, misión cumplida.


Bea, mamá de pequehéroe

No hay comentarios:

Publicar un comentario